Paola Monserrat Cortés Rodríguez, licenciada en Terapia Ocupacional, compartió para el Consejo Quintanarroense de Humanidades, Ciencia y Tecnología información relevante sobre los trastornos del neurodesarrollo más comunes, y la importancia de detectarlos de forma temprana.
La especialista explicó que existe un manual diagnóstico, llamado DSM-5, utilizado por psiquiatras estadounidenses, el cual enumera distintos trastornos como el del espectro autista, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), los trastornos de la comunicación y del lenguaje, así como trastornos sensoriales, de conducta, del aprendizaje y motores. Muchos de estos pueden coexistir, por lo que un diagnóstico correcto es esencial para definir el tratamiento adecuado.
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Cortés Rodríguez detalló que los trastornos de la comunicación y el lenguaje se manifiestan cuando un niño no habla de acuerdo a su edad, no hilvana oraciones o tiene dificultades para mantener una conversación fluida. También mencionó que la comunicación no se limita a las palabras, ya que expresiones, gestos y movimientos corporales forman parte fundamental. Cuando un niño presenta dificultades en estas áreas, es necesario acudir a especialistas como terapeutas del lenguaje o médicos para una valoración.
La licenciada enfatizó que la intervención temprana mejora el pronóstico. Desde los primeros meses de vida se deben observar signos como la sonrisa social, el balbuceo y la intención comunicativa. A los 12 meses, los niños deben pronunciar algunas palabras básicas. Si no se observan estos avances, es importante buscar apoyo profesional sin esperar a que el rezago sea mayor.
Sobre el trastorno del espectro autista, Cortés Rodríguez explicó que algunos signos de alarma incluyen la falta de contacto visual, la ausencia de respuesta al ser llamados por su nombre, movimientos repetitivos y comportamientos inflexibles. Cada niño presenta características distintas, por lo que el diagnóstico debe realizarse de manera personalizada.
Respecto al trastorno por déficit de atención e hiperactividad, señaló que se observan comportamientos como la impulsividad, la necesidad constante de movimiento, periodos cortos de atención y dificultad para permanecer sentados. Aunque los síntomas pueden aparecer desde edades tempranas, el diagnóstico formal se realiza después de los cinco años.
Finalmente, Cortés Rodríguez subrayó la necesidad de abordar estos temas con empatía hacia los padres, ya que recibir un diagnóstico puede ser un proceso difícil. Acompañarlos, brindarles información clara y alentarlos a iniciar el tratamiento oportuno son claves para mejorar la calidad de vida de los niños.