En 1544, la Corona española fundó la villa de Salamanca de Bacalar, a orillas de una impresionante laguna de siete tonos distintos de azul. El lugar, rodeado de selvas, manglares y pantanos, era estratégico por su acceso a rutas fluviales y marítimas. Sin embargo, hacia 1696, los constantes ataques de piratas, contrabandistas y grupos británicos asentados en Honduras Británica (hoy Belice) obligaron al abandono del pueblo. Bacalar quedó despoblado por más de medio siglo.
A comienzos del siglo XVIII, España emprendió un ambicioso esfuerzo para recuperar el control de sus territorios en el sureste novohispano. El gobernador de Yucatán, Antonio de Figueroa y Silva Lasso de la Vega, promovió la repoblación del sitio y la construcción de una fortaleza militar. Entre 1725 y 1733 se levantó el Fuerte de San Felipe de Bacalar, diseñado por el arquitecto italiano Juan Podio, con piedras volcánicas, calizas y materiales marinos.
En 1729, las referencias históricas —como el Archivo General de Indias (AGI)— describían una estructura cuadrada de 30 varas por lado, con cuatro baluartes, un foso y, más tarde, un “Caballero Alto”. También se construyeron viviendas para los soldados y sus familias. Así renació el pueblo de Bacalar, esta vez con una sólida defensa contra ataques externos. La villa tenía el objetivo de ser una base para frenar el avance británico desde el golfo de Honduras.
La fortaleza fue clave en la estrategia geopolítica española. En 1733 contaba con 14 cañones, pero la artillería creció hasta alcanzar 51 piezas en 1771, muchas de ellas arrebatadas a los británicos durante campañas militares. “Tiene montados en su recinto treinta y dos cañones de diferentes calibres, siendo los mayores de a diez y ocho”, informaba un reporte de 1787. Los corsarios bacalareños, como Nicolás Pereyra y Pedro Ongay, incluso recuperaron cañones y morteros escondidos en islas y ríos cercanos por los ingleses.
Para 1814, Bacalar tenía cerca de 2,500 habitantes. Era el principal asentamiento de la costa oriental de Yucatán y un punto clave en la comunicación marítima entre la península y el Reino de Guatemala (Capitanía General de Guatemala). Sin embargo, la estabilidad volvió a romperse durante la Guerra de Castas (1847–1901), ya en la época del México independiente. En 1848, los mayas rebeldes ocuparon el fuerte. En 1849 fue recuperado por el coronel José Dolores Cetina, pero el 20 de febrero de 1858, una fuerza cruzoob volvió a tomar la plaza y masacró casi en su totalidad a la guarnición y a los civiles.
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Durante décadas, Bacalar fue solo un punto de aprovisionamiento para los rebeldes mayas, que recibían armas y suministros desde Belice. No fue sino hasta el 31 de marzo de 1901, con la ofensiva final del Ejército federal liderado por el general José María de la Vega, que el sitio volvió al control del gobierno. Para 1903, la población apenas alcanzaba los 207 habitantes, y el fuerte quedó como cuartel, hospital y, finalmente, en abandono.
A mediados del siglo XX comenzaron los trabajos de restauración. En 1965, uno de los baluartes se adaptó como museo, y en 1983 se inauguró oficialmente el Museo del Fuerte de Bacalar, administrado por el Gobierno de Quintana Roo. Desde entonces, el espacio ha sido símbolo de identidad cultural para los bacalarenses.
El museo conserva objetos coloniales, armas, mapas antiguos, maquetas navales y piezas arqueológicas de la región. Además, cuenta con un mural de Elio Carmichael, artista caribeño que ilustró los momentos más importantes de la historia local. “El Fuerte de San Felipe es el corazón histórico de Bacalar”, afirmó Jorge Valle, actual director del museo, durante una entrevista en 2023.
En los años recientes, el inmueble ha sido objeto de mantenimiento estructural y mejoras museográficas. En 2020, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) coordinó labores para preservar los muros, reforzar las áreas dañadas y revalorar el acervo cultural del recinto. De los 34 cañones originales, hoy se conservan 11, visibles en los baluartes.
El fuerte también es un referente turístico. Miles de personas lo visitan cada año y, desde sus murallas, se aprecia una vista inigualable de la laguna. Además de recorridos históricos, el museo ofrece talleres, actividades culturales y exposiciones temporales.
El Fuerte de San Felipe representa más que una construcción militar: es testimonio de siglos de resistencia, conquista y transformación. Desde las batallas del siglo XVIII hasta los proyectos culturales del siglo XXI, esta fortaleza de piedra sigue viva. Como escribió el cronista local Edmundo Gómez Trejo: “Los muros del fuerte no solo defienden; también recuerdan”.