Ya no es una advertencia, ni una alerta lejana: este 16 de julio, Quintana Roo registró el primer fallecimiento por viruela símica (antes llamada “viruela del mono”). La víctima fue un joven originario de Playa del Carmen, cuyo estado de salud se complicó hasta que perdió la batalla en el Hospital General de Cancún. Con él, se confirman 269 casos en el estado -seis en lo que va del 2025-, y más de seis mil 300 a nivel nacional, desde que esta enfermedad llegó a México en 2022.
La viruela símica es una infección que, hasta hace poco, sólo escuchábamos en documentales sobre pueblos remotos de África. Se transmite por contacto directo con lesiones, fluidos o secreciones, y aunque no suele ser mortal, su sola presencia en México nos enseña que estamos volviendo a enfrentar enfermedades que ya estaban fuera del radar epidemiológico.
Hoy nos duele ese primer deceso, pero más duele saber que enfrentamos estas crisis sanitarias con un sistema de salud parchado, con médicos haciendo milagros y hospitales sobreviviendo. Y no es culpa de ellos, ni de los que hoy dan la cara, sino que el problema viene de más atrás, del sexenio anterior, cuando se decidió destruir lo que funcionaba -con errores, pero jalaba-, para dar vida a un elefante torpe y tragón de dinero llamado INSABI.
Ahí se esfumaron miles de millones de pesos en promesas vacías. El fracaso fue tal que el propio gobierno tuvo que sepultarlo y sustituirlo por el IMSS-Bienestar. Mientras tanto, millones de mexicanos quedaron en el limbo, sin atención, sin medicinas, sin un sistema que les respondiera.
La salud jamás debería ser cosa de improvisaciones o experimentos. Y las consecuencias ahí están: brotes de sarampión, tuberculosis, dengue hemorrágico, lepra y ahora hasta la africana “viruela del mono”. Enfermedades que no deberían estar regresando, lo están haciendo porque el país bajó la guardia, descuidó lo básico y le apostó a lo ideológico por encima de lo funcional.
En estados turísticos como el nuestro, donde el mundo entra por las puertas del Caribe todos los días, el riesgo es mayor. Y aunque aquí se trabaja con mucho empeño, la infraestructura y los recursos necesitan urgentes refuerzos de la Federación.
ZARPAZO
Así como regresó el gusano barrenador del ganado -que reapareció también por negligencia federal y hoy tiene en jaque a la ganadería nacional-, igual regresan estos males en la salud humana. Y no es casualidad: es consecuencia.
Y mientras no se asuma con seriedad la reconstrucción del sistema de salud, seguiremos viendo cómo enfermedades del pasado se instalan poco a poco en el presente, gracias a un gobierno que juró transformar el sector… pero que acabó dejándolo en ruinas.