En las profundidades cristalinas de la Laguna de los Siete Colores se esconde un tesoro científico y ecológico: los estromatolitos, estructuras formadas por comunidades microbianas que han existido por miles de millones de años y que hoy, en Bacalar, desempeñan funciones vitales para el equilibrio ambiental del ecosistema.
El doctor Alfredo Francisco Yáñez Montalvo, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Baja California, ha dedicado años al estudio de estos organismos. De acuerdo con sus investigaciones, los estromatolitos en Bacalar, así como los de otras zonas del estado como Muyil, Chinchankanaab y Señor, albergan comunidades únicas de bacterias.
Aunque a simple vista parecen formaciones rocosas similares, cada una posee una composición microbiana distinta, lo que convierte a Quintana Roo en un verdadero santuario estromatolítico.
Estas comunidades microbianas desempeñan servicios ecosistémicos esenciales: reciclan nutrientes, filtran materia orgánica y regulan la calidad del agua. Gracias a su actividad, cuerpos de agua como la Laguna de Bacalar mantienen su transparencia característica y permiten la coexistencia de otros ecosistemas como los manglares.
Además, los estromatolitos ofrecen claves para entender el origen de la vida en la Tierra y podrían aportar información útil en la búsqueda de vida en otros planetas.
Sin embargo, estas estructuras frágiles enfrentan múltiples amenazas. Una de las principales es el contacto directo por parte de visitantes que, al caminar sobre ellas o tocarlas durante actividades recreativas como el kayak, dañan la capa superficial donde habitan las bacterias encargadas del crecimiento.
“Aunque no las veamos, nuestras manos cargan bacterias que alteran el equilibrio microbiano. Además, el daño físico rompe la capa que da origen a los estromatolitos”, explicó el investigador.
Otro riesgo grave es la deforestación para fines agrícolas o de desarrollo urbano. Cuando se elimina la cobertura vegetal, el agua de lluvia arrastra sedimentos, químicos y nutrientes directamente hacia la laguna, sin el filtro natural que proporciona la selva. Este fenómeno genera turbidez, cambia la coloración del agua y afecta la biodiversidad. “Todo lo que pasa en la tierra se refleja en el agua.
Cuando perdemos el filtro natural del bosque, perdemos también la capacidad del sistema para autorregularse”, advirtió Yáñez Montalvo.
El exceso de nutrientes también puede provocar explosiones demográficas de ciertas bacterias, alterando la composición de las comunidades y disminuyendo su capacidad de reciclar materia orgánica. En consecuencia, se reduce la claridad del agua y se degrada el equilibrio del ecosistema.
Frente a esta situación, la comunidad de Bacalar ha adoptado medidas para fomentar buenas prácticas turísticas. A través de campañas informativas y señalización en balnearios, se promueve evitar el contacto directo con los estromatolitos, navegar a distancia segura y respetar el entorno natural. Estas acciones buscan lograr una convivencia armónica entre el turismo y la conservación.
Sin embargo, es necesario actuar contra la deforestación en las áreas agrícolas de Bacalar, donde en los últimos diez años se han devastado hasta 50 mil hectáreas de selva, para dar paso a cultivos de sorgo y maíz.
Finalmente, el investigador hizo un llamado a que los gobiernos locales y estatales reconozcan el valor ecológico de los estromatolitos. Se impulsa la iniciativa de declarar un Día Estatal del Estromatolito, como ya se ha hecho a nivel municipal en Bacalar, para reforzar la conciencia sobre la importancia de proteger estas estructuras milenarias.