Cuando fue presidente municipal de Benito Juárez el Ingeniero Rafael Lara Lara, por aquellos días en que se dio el cambio del siglo y del milenio, dijo en una declaración de prensa, acerca de algún tema ambiental de coyuntura de aquellos días, que si se hubiera intentado construir Cancún por esas fechas del año 2000, Cancún simplemente no existiría.
Lo dijo al hacer referencia a las normas ambientales que durante las dos últimas décadas del siglo XX fueron tomando forma en el país, con el fin de proteger al medio ambiente y ecosistemas naturales, y delinear las condiciones en que podría alterarse la naturaleza para dar paso a obras de infraestructura y de desarrollo urbano.
El Ingeniero Lara sabía de lo que hablaba, ya que él, como pionero de Cancún, fue más que un testigo, fue protagonista, a principios de los años 70 del siglo pasado, de la serie de obras que requirieron del desmonte de cientos de hectáreas de selva, del dragado de manglares y lagunas, y del relleno de áreas lacustres, para dar paso tanto a la zona hotelera como a la parte urbana de Cancún.
Para realizar todos esos trabajos, no fue necesario realizar ningún estudio de impacto ambiental, ni evitar que se violara alguna norma ecológica, debido a que simplemente no existía ninguna regulación al respecto.
Por eso fue posible, por ejemplo, dragar y rellenar la laguna Nichupté para dar paso al campo de golf Pok Ta Pok o a la exclusiva zona residencial La Isla, en la zona hotelera.
Esa es la razón por la que, para finales del siglo pasado y principios del actual, ejecutar obras de ese calibre habría sido una tarea casi imposible o de un enorme costo y desgaste político, quizá mayor a lo que aún padecen la construcción del Tren Maya y la instalación de la refinería Dos Bocas.
Sin embargo, eso no ocurrió y Cancún está aquí, como el principal polo de desarrollo que se ha establecido en el sureste de México en al menos el último medio siglo, aún y con la enorme depredación ambiental que significó su construcción.
Pese a esto, Quintana Roo sigue siendo el estado de la República con la mayor riqueza natural, pero por eso mismo, es la entidad del país que enfrenta los retos más grandes para sostener su calidad ambiental, sobre todo ante el acecho de ambiciosos fraccionadores y desarrolladores inmobiliarios, de los cuales han quedado expuestos varios de ellos que se han pasado de listos y han construido más de lo permitido o sin contar con las autorizaciones correspondientes.
El buen destino de Quintana Roo depende de vigilar que se cumplan las normas ambientales y de desarrollo urbano, para evitar que se afecten tanto la naturaleza como las ciudades, las cuales podrían volverse más caóticas de no aplicarse de manera correcta estas regulaciones.
Cancún podría no existir
Cancún está aquí, como el principal polo de desarrollo que se ha establecido en el sureste de México en al menos el último medio siglo, aún y con la enorme depredación ambiental que significó su construcción
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