El doctor Héctor Nicolás Roldán Rueda, investigador del Colegio de la Frontera Sur, propone a través del Consejo Quintanarroense de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Coqhcyt) una visión integral de los sistemas alimentarios y su vínculo con el territorio, la salud y la organización campesina.
Uno de los ejes centrales de su investigación es visibilizar los actores invisibles del sistema, como las y los pequeños productores rurales, transformadores de alimentos, jóvenes, mujeres y comunidades que mantienen prácticas tradicionales. A través de redes alimentarias alternativas, se busca acortar la distancia entre el campo y las ciudades, promoviendo una relación más justa y directa entre productores y consumidores.
Desde sus inicios, Roldán Rueda experimentó una transformación personal que lo llevó de la teoría económica a la práctica de la cocina.
“Abrimos un restaurante con un amigo y fue ahí donde empecé a cuestionarme de dónde venían los ingredientes, a quién le comprábamos, qué implicaciones tenía eso para las personas del campo”, relató.
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Esa experiencia lo condujo a explorar las condiciones de vida del campesinado y las desigualdades estructurales que afectan a quienes producen los alimentos.
Para el doctor Roldán Rueda, los sistemas alimentarios son estructuras complejas que abarcan todos los procesos involucrados en la alimentación: desde la propiedad de la tierra y la procedencia de las semillas, hasta el consumo y manejo de residuos.
“Cada decisión que tomamos al comer impacta en estas redes: desde quién cocina hasta cómo se cultiva lo que comemos”, explicó.
Uno de los ejes centrales de su investigación es visibilizar los actores invisibles del sistema, como las y los pequeños productores rurales, transformadores de alimentos, jóvenes, mujeres y comunidades que mantienen prácticas tradicionales. A través de redes alimentarias alternativas, se busca acortar la distancia entre el campo y las ciudades, promoviendo una relación más justa y directa entre productores y consumidores.
El investigador advirtió que el modelo alimentario actual ha llevado a la pérdida de biodiversidad, al uso intensivo de agroquímicos y al consumo predominante de alimentos ultraprocesados, factores que contribuyen a enfermedades como la diabetes y la obesidad.
“Comemos más rápido, más solos, y muchas veces lo que comemos no nos alimenta”, señaló. Esta desconexión entre alimentación y territorio no solo afecta la salud, sino también la cultura y el tejido social.
Frente a este panorama, propuso fomentar una conciencia alimentaria que valore lo local, lo diverso y lo saludable.
“Las decisiones de consumo son políticas. Cada vez que elegimos qué comer, estamos eligiendo qué tipo de sistema alimentario queremos sostener”, subrayó.
Actualmente, Roldán es técnico académico en El Colegio de la Frontera Sur y participa activamente en el Laboratorio de Ciencias Sociales del Sureste. Disfruta enseñar, acompañar procesos de aprendizaje y establecer diálogos con comunidades rurales, especialmente a través de las cocinas tradicionales.
En sus palabras, estudiar los sistemas alimentarios es una forma de entender el mundo desde la cotidianidad:
“La alimentación no es solo lo que comemos, es una forma de relacionarnos con la vida, con el entorno y con las personas que lo hacen posible”.