ESTILO DE VIDA

Los Libros de Murguía, y Huerta

La escritora mexicana reedita el Ángel de Nicolás; este año, además, decidió donar la biblioteca de David Huerta a la Biblioteca de México

ESTILO DE VIDA

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La escritora presenta una nueva propuesta Créditos: Especial

"No puedo salir de la Edad Media, es mi hábitat”, dice Verónica Murguía (CDMX, 1960). Todo fue como si la antigüedad estuviera reservada para la escritora mexicana: cuando era niña, dice, los libros que alcanzaba en el librero eran los del pasado; después estudió Historia y con Antonio Rubial como profesor: “Que se me prende la pila y salgo completamente convencida de que lo único que importa en este mundo es entender la Edad Media”.

De esa época, y aún de más atrás, parecen llegar los cuentos que integran El ángel de Nicolás (2013, reimpreso este año por Era), donde la autora ficciona a partir de relatos clásicos que va cachando de aquí y de allá. “Siempre estoy leyendo historia, del mundo clásico, la historia griega, del norte de África, de Asia, todos los lugares donde la irradiación de eso que se llama la Edad Media tocó culturalmente”.

En las historias de Murguía está ese tono de relato antiguo, de los sermones, canciones o poemas que alimentan el mundo literario de la autora, pero también la presencia de un pasado bárbaro, cruel, injusto, donde un monarca (Federico II) intenta a toda costa revelar ‘El idioma del Paraíso’; epifánico, como sucede en el cuento que titula el libro; o lleno de honor y lealtad, como se cuenta en ‘Mutanabbi’. En todos los casos, son historias que tienen eco en el presente: “La historia da vueltas en espiral, como dijo Vico, yo eso creo, las leyes van avanzando, pero la gente va avanzando muy tardíamente detrás”.

La escritura de algunos relatos fue alentada por el poeta David Huerta, con quien Murguía estuvo casada: “Él quería que yo escribiera cuento”, apunta. Fallecido hace dos años, la presencia de Huerta marca el camino literario: “Estoy tratando de organizar una vida sin él, lo cual es bastante horrible y no me puedo sentar a escribir. He leído poesía y muerto él me dediqué a leer su poesía como una persona poseída, pero ahorita no estoy escribiendo”.

Murguía organiza una mudanza y eso implicó revisar la biblioteca que perteneció a su marido: la escritora decidió entregarla en donación a la Biblioteca de México, se trata de 59 cajas de libros que próximamente se podrán consultar en La Ciudadela, pero ya se estabilizan y se catalogan.

“No quería venderla, ni quería que se dispersara o que se fuera a Estados Unidos, porque David era un absoluto devoto de la educación pública y me pareció que la única manera de seguir haciendo lo que él quería, era que esa biblioteca estuviera a disposición de quien quiera consultarla”, dice