En el corazón de Quintana Roo, a solo un kilómetro de la costa de Calderitas y envuelta en la majestuosidad de la Bahía de Chetumal, se encuentra la isla de Tamalcab. Esta isla, sorprendentemente más extensa que Isla Mujeres por dos kilómetros, es un paraíso virgen que ha permanecido casi oculto, incluso para los habitantes locales.
Uno de los secretos mejor guardados de Tamalcab es su playa conocida entre los lancheros como "El Pescuezo". Jesús Artemio Poot, un conocedor de la zona, revela que este arenal destaca por su accesibilidad desde un pequeño muelle en el lado oeste de la isla, lo cual facilita llegar al punto más estrecho de la isla y disfrutar de su belleza sin necesidad de grandes desplazamientos.
La punta sur de Tamalcab alberga un islote separado por unos metros del cuerpo principal de la isla, creando un canal natural conocido como la “bocaina”, un sitio ideal para los amantes de la aventura.
"Visitar en agosto o septiembre es perfecto debido a la calma de los vientos", aconseja Poot. Además de la espectacularidad de sus paisajes, Tamalcab es un santuario para la vida silvestre, incluyendo monos araña, tejones, coatís, agutíes y una rica variedad de aves, entre ellas las garzas azules y las águilas pescadoras.
Además de su fauna, la isla cautiva por sus vestigios de ruinas sin restaurar, que incluyen plataformas y edificaciones antiguas dispersas entre la vegetación tropical. Las arenas blancas y las aguas tranquilas de Tamalcab ofrecen el entorno ideal para deportes acuáticos como el velerismo, kayaking y paseos en lancha de pedales. También, a poca distancia, se encuentran pozas de sustrato rocoso que son hábitat de especies marinas como la cherna y la palometa, perfectas para actividades como buceo, pesca y snorkel.
Los tours en lancha, que pueden contratarse desde Calderitas por precios que oscilan entre los 2 mil 500 y 2 mil 800 pesos, ofrecen una experiencia de hasta cuatro horas navegando la rica biodiversidad marina de la zona, donde, con suerte, se puede observar a los delfines locales en su hábitat natural.
"A veces salimos y nos topamos con los delfines cazando; es un espectáculo frecuente", comenta Poot.
Su promoción turística es poco difundida debido a que esta se encuentra dentro de la Reserva Estatal Santuario del Manatí, por lo que su explotación está reservada para actividades de bajo impacto, aunque no está restringida la entrada, si algunas actividades que puedan impactar al ecosistema.